He estado unos días sin escribir. Me fui a la capital y... me perdí.
Bilbao es una selva y yo sólo me manejo bien en los bosques.
Tanta gente por la calle, todos viniendo de frente y nadie me miraba. Me siento tan pequeñito en Bilbao, tan invisible, tan ignorado... yo quiero saludar a los que vienen de frente, pero nadie me mira.
—Amaia, ¿tú me ves, verdad?—le pregunté.
El Corte Inglés, la Gran Vía, los bares de al lado de la Diputación, la SS SS, el parking... ¡qué horror! Todo el mundo hablaba y yo no entendía nada.
—Amaia, ¿seguro que estamos en Bilbao?—le pregunté.
No es que sepa muchos idiomas, solamente me defiendo en dos, pero toda esa gente no debía hablar en ninguno de los dos, porque yo no entendía nada.
—Amaia, vamos para Zierbena, que allí no me choco con nadie—le rogué. Es que hay que ir esquivando a la gente... ni te miran, pero se choca contigo, oye.
—Para Rober, ¿no ves que hay un semáforo y está en rojo?
Pero, mi psicóloga me dice que siempre hay luz al final del túnel. Y hoy lo he comprobado, he mirado a la oscuridad y allí, a lo lejos, en el centro, se veía una luz. Y se oía el murmullo del agua cayendo... "Urak dakarrena, urak darama".
Se vive bien de jubilado, la verdad.
Te levantas cuando quieres. Yo he cogido por costumbre no levantarme antes de las diez.
Desayunas en Maloka con Sonia y Ricar (y Amaia, que está de vacaciones). Con Ricar puedo estar cien días seguidos y no me cansaría nunca. Siempre tenemos temas para hablar: nuestra Playa de La Arena, Lastrón, La Batería, el Torneo Maloka, los viejos tiempos...
Me llevo a Eki (mi perrito bodeguero) a la huerta de Ranes. Ranes tiene historia... historia de la de queda en los libros y museos. Un día os contaré con más detalle qué había en mi huerta de Ranes cuando yo era niño: tumbas, huesos y piedras con historia... de un monasterio que allí existió en el siglo IX. Yo, allí (y en Moreo) crecí, me pasé la infancia cuidando las vacas, plantando berzas y regando los pimientos y tomates.
Estela hallada en los años 60 en la Cerrada de Ranes (Zierbena)
A las cuatro de la tarde, me siento a comer en la terraza, mirando al mar, con Amaia, Eki y Argi. Los tres son encantadores. No como yo.
Hoy sí me he ido a andar, sin rumbo fijo y al regresar casi cuatro horas después me he dado cuenta que había andado 18 km.
Entonces, una infusión de frutos del bosque en el Skull de Esteban y para casa... Mañana será otro día de jubilado.
Playa La Arena, me cojo el bidegorri, paso el km 4, sigo y giro hacia Santurtzi (no había ido por ese bidegorri), aparezco en Kabiezes, bajo al Parque de Santurtzi, subo por la Calle del Dólar hasta la Sardinera y bordeando lo que era costa llego hasta El Puerto de Zierbena, subo por la carretera a Valle, me meto en el barrio y cojo el camino que sube al cementerio, paso por delante del Kiroldegi de Zierbena y bajo por la carretera hasta la Playa La Arena. Buena vuelta he dado.
Túnel tras pasar el Km 4 del bidegorri
"No todos los graffitis son arte callejero".
Kabiezes y Santurtzi: Bullicio en las calles, luces de Navidad y olor a gasolina... En ese campo jugué mi mejor partido con el histórico Abanto Club (salí por un lesionado, marqué un gol, me hicieron un penalti...), hace más de 40 años. Un abrazo, amigo Txarly
"Algunos graffitis sí son arte callejero"
con su balde de latón en la cabeza, de casa en casa,
vendiendo el pescado (sus lirios, fanecas, txitxarros y anchoas...).
Y al acordarme de Rosilla me acuerdo de mi madre, Teresa,
de mi abuela Rafaela y de mi tío Ipe.
Lo importante es que he caminado solo y lo he hecho de noche.
Ir solo de noche me da miedo, es un trauma de mi niñez.
Me cuesta superarlo.
Hay que mirar al mañana.
Pero nunca se puede olvidar el ayer.
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