El anciano de txapela negra comentó a su media costilla de moño grisáceo y ojos hundidos y cansados:
— Ahora que la rata se va, quizá, tengamos más limpio el camarote.
Pero la amama, sabia no por sus estudios sino por las vicisitudes de la vida, respondió:
— Mucho te fías de que el hueco dejado por la rata no lo ocupe una comadreja— Y prosiguió: — La comadreja es más dañina y peligrosa, y vive más tiempo que la rata—
— Mujer, la esperanza es lo último que se pierde —replicó el anciano.
— La esperanza no se acaba, pero la vida sí, aunque todos los muertos mueren con esperanza—sentenció la anciana.
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