Este cuento popular africano, El hombre que nunca mintió, cuenta la historia de un hombre muy sabio que jamás contaba mentiras. Un rey puso a prueba su sinceridad usando malas artes y, ni aun así, consiguió su propósito. Y es que, el hombre usaba una estupenda táctica para decir siempre la verdad, ¿imagináis cual? Lo descubriréis al finalizar este cuento tradicional de África.
EL HOMBRE QUE NUNCA MINTIÓ
Érase una vez un hombre muy sabio llamado Mamad. Este hombre era diferente a los demás, Mamad nunca había mentido. Todas las personas de la tierra, incluso aquellas que vivían a veinte días de distancia, sabían de él. Era admirado y venerado por todos
Un buen día, el rey de un lejano reino africano se enteró de la existencia de Mamad y ordenó a sus súbditos que lo llevaran al palacio. El hombre sabio entro al gran salón de palacio y se presentó ante el rey, quien le preguntó:
—Mamad, ¿es verdad que nunca has mentido?
—Sí, lo que cuentan es verdad, nunca he mentido.
—No doy crédito, ¿y nunca mentirás en tu vida?
—Estoy completamente seguro de que nunca contaré una mentira —respondió sin dudarlo Mamad.
—Está bien, es posible que digas la verdad, ¡pero ten cuidado! La mentira es astuta y te llega a la lengua fácilmente —sentenció el rey no muy convencido de que Mamad no dijera una mentira en toda su vida.
Pasaron varios días y el rey volvió a llamar a Mamad. Cuando llegó, el rey estaba a punto de ir a cazar y sostenía a su caballo por la melena, su pie izquierdo ya estaba en el estribo pero, antes de montar miró a Mamad y le ordenó:
—Ve a mi palacio de verano y dile a la reina que estaré con ella para almorzar. Dile que prepare una gran fiesta. Entonces almorzarás con nosotros.
Mamad se inclinó y fue a ver a la reina para transmitirle el mensaje del rey, pero éste que era astuto y le gustaba poner a prueba a las personas, se río y dijo al resto de súbditos que le acompañaban:
—No iremos a cazar, así Mamad irá a la reina y le contará un cuento, será su primera mentira —dijo dando grandes risotadas— Mañana nos reiremos mucho de él cuando se dé cuenta que no dijo la verdad.
Pero el sabio Mamad, que era mucho más astuto que el rey fue al palacio y dijo:
—Tal vez deberías preparar una gran fiesta para el almuerzo de mañana, y tal vez no deberías. Tal vez el rey vendrá al mediodía, y tal vez no lo hará.
—Dime, ¿vendrá o no? —preguntó la reina contrariada.
—No sé si el rey puso su pie derecho en el otro estribo cuando me fui o bajó al suelo su pie izquierdo y descabalgó —contestó satisfecho Mamad.
Al día siguiente, todos esperaban al rey. Cuanto entró al salón donde estaba la reina, le dijo orgulloso de haber sido el hombre que lograra hacer mentir al sabio Mamad:
—Mi reina, el sabio Mamad, ese hombre que nunca miente, te mintió ayer.
Pero la reina le dijo, palabra por palabra, lo que Mamad le había dicho. En ese momento, el rey se dio cuenta de que era cierto, aquel hombre tan sabio y conocido en todos los rincones nunca mentía.
—Mamad sólo dice lo que ve con sus propios ojos, dijo muy pensativo.
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