Mis sueños no me dejan dormir, me persiguen en la noche, y en plena oscuridad me asustan todavía más.
Mis sueños me despiertan; a veces, llorando y, a veces, gritando, pero siempre asustado. Para que me libere de la energía negativa y su ronroneo me serene y tranquilice, acaricio a mi gato ARGI.
A menudo sueño con mi padre.
Siempre le veo borracho, insultando, amenazando con matar a mi madre, con los cuchillos en la mano. Siempre le veo con su puro farias en la boca, fumado y masticado, abriendo el frigorífico y comiendo con las manos, sin calentar siquiera la cazuela, tragando el pollo que estaría frío, a cuatro grados, tirándome los huesos para que no me quedase dormido en aquel maldito rincón de la cocina de mi casa de antaño, hasta donde me llega el asqueroso olor a alcohol que desprende mientras habla de todo lo que le quieren las prostitutas del Abeto Rojo santurtziarra o de La Casa de La Pradera muskiztarra.
Me doy cuenta de que mis sueños no son sueños espontáneos, son pesadillas, son los recuerdos del pasado.
Le veo ahorcando al perro con un alambre, pegando patadas a los gatos, dando puñetazos a vacas y ovejas, clavando la horquilla a la burra para que tire más fuerte del carro. Me cuesta soportarlo.
Escucho los golpes en la puerta de la casa, en mitad de la madrugada. Tengo que bajar corriendo las escaleras para que no la tire abajo, me da tanto miedo abrirle, descalzo, medio temblando.
Me despierto, me levanto y miro a la calle para romper con el sueño, pero si vuelvo a la cama y me vuelvo a dormir, mi sueño continúa, mi sueño se repite, vuelvo al mismo sueño, vuelvo al sufrimiento de mi niñez con un padre que se parecía más a un neardenthal que a un ser humano.
Quiero quedarme despierto, no quiero volver a dormirme y tener el mismo sueño.
Los miedos de mi infancia pesan más que los años de vida.
No puedo matar mis sueños.
Tendría que haberle matado a él. Él muerto y enviado al infierno y yo vivo. Tal vez, en paz descansaría. Tal vez, no soñaría este sueño todas las noches de cada uno de mis días.
No quiero soñar con mi pasado. Quiero matar los sueños y que queden en el cementerio, para siempre, muertos y enterrados.
Siempre le veo rebuscando en los armarios para robarnos el escaso dinero que teníamos escondido, guardado, porque él lo gastaba todo en vino, en putas, dejándolo tirado por los bares, encendiendo sus puros con billetes de mil pesetas, mientras mi madre no tenía ni para comprarme unos zapatos. ¿Sabéis lo que puede sufrir una madre cuando no tiene ni para comprar a su hijo, para que vaya a la escuela, unos zapatos? (*)
Siempre le veo lanzándose al suelo, atrapando aquel sagutxu que salió de la despensa, y partiéndolo en dos de un mordisco, escupiendo la mitad al suelo, con la sangre y las tripas cayendo por sus labios. Yo lo vi, lo recuerdo, lo sueño... vosotros ni siquiera podréis imaginarlo.
Siempre le veo matando a aquel burrito a puñetazos, en medio del camino a Kardeo, porque el burrito de la campa de Moreo se había escapado. Era una tarde de domingo. La playa llena de turistas, cerca de la casa de valenciana. El burrito acabó descuartizado, lo metió en sacos y lo trajo a casa para que mi madre lo metiera en la nevera.
Siempre le veo prendiendo con su puro la alfrombra, tirando los cuadros, siempre haciendo daño. Con mi abuela muerta en la sala y queriendo coger su cadáver y tirarlo a la carretera que junto a la casa estaba. Nosotros llorando, nosotros gritando, él disfrutando.
LA POBREZA NO TIENE PERDÓN A LOS DIEZ AÑOS...
(no dejes de ver el vídeo, merece la pena, de verdad)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.