Ya no queda nadie, todos se han marchado. El frontón del Maloka está vacío y solo, pero perdura su luz, sigue iluminado.
Algo me arrastra a visitarle cada noche, cada día, me imanta el pensamiento; recuerdo sus gradas llenas de gente agradecida; escucho a un viejo speaker contando historias antiguas,
(y a un speaker más joven, ingenioso y con humor, ¡qué gran aparición!).
Miro al Muro y todavía veo una pancarta sobre un palé en la hierba,
y siento emoción, siento respeto... alzo mi cabeza y miro al cielo con los ojos del corazón.
En mi memoria Belarri está jugando, le acaban de meter un tanto, pero él sonríe. Hueso no deja de inventar dejadas; el GPS de Oskar es el reguero de sus gotas de sudor. En mi cabeza el Maloka no ha terminado, sacos mis notas y repaso resultados; Gorka y Juanma han dado la sorpresa; Alberto y Macy están exhaustos, pero siguen luchando; la dulce Inge se enfurece cuando se le acerca la pelota, la golpea tan rabiosa que a Silvia casi la atropella.
Ormaetxe Bat, Ormaetxe Bi; Sanse Bat, Sanse Bi, Reyero Bi y Reyero Bat de botillero; Del Horno y Mikel Goñi, Maloka Stars; Trijueque y Seoane, Malokako The Wall; Landeta, pura electricidad.
Adoro esta ermita que crecer me vio, pero ya no soy creyente.
Adoro esta ermita, seguramente, porque es ermita y es frontón.
Fui monaguillo con Don Aurelio y con Inazio, pero cuando murió mi ama Teresa, dejé de creer en Dios.
Creo en los recuerdos, creo en la sonrisa, creo en muchas personas con las que mi camino tropezó. A muchas las he visto cada tarde en el Maloka, sentados en las gradas, disfrutando, personas sencillas pero con enorme corazón. Al irse todos y las luces apagarse, me siguen enviando sus mensajes de cariño y afección.
Ella sabe que el Maloka se ha acabado para todos menos uno; un galipo apasionado de su pueblo, de la pala y el frontón; un torpe hombre de pueblo, que se empeña en escribir todas sus historias en un blog.
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