Yo no aprendí a leer hasta que cumplí ocho años, aunque he de decir que para cuando fui a la escuela ya tenía siete años y me costaba pronunciar mi nombre, porque empezaba por "R". Algunos niños de mi pueblo se reían de mí, porque yo no sabía pronunciar "Roberto" y decía "Dobeto". Pasaba mucha vergüenza cada vez que me preguntaban cómo me llamaba.
Pero... aprendí a pronunciar la "R", aprendí a decir mi nombre y aprendí a leer con antiguas cartillas.
Para mí, aprender a leer fue como irme de vacaciones a la isla más bonita del mundo y ahí nació mi primera obsesión, que no fue otra que aprender a escribir... lo que me llevó a una segunda obsesión: no cometer faltas de ortografía.
Cogía una ramita de aligustre y escribía en la arena y en la tierra. Por aquel entonces, el mejor papel que llegaba a mis manos era aquel entre marrón y gris, y bastante áspero, con el que se envolvían los alimentos (entonces, las grandes industrias del plástico estaban todavía gestándose para invadir la Tierra).
Yo escribía en los troncos de los árboles, en las piedras, en las uralitas de la cuadra de las vacas... con un clavo. Dibujaba mis iniciales (RAO).
Cuando eres un niño de pueblo, en la década de los 60, nadie te decía que leer era importante, porque lo urgente enterraba a lo importante. En eso no hemos cambiado nada, sigue pasando.
De niño nunca tuve libros bonitos para leer y tampoco encontré a nadie que me prestara un libro bonito para leer, eran otros tiempos. Y en mi casa no había dinero, porque mi padre era un derrochador.
En el chalet de Iza (la finca que está sobre la Playa La Arena, y que hoy es una Residencia para personas mayores), un lugar maravilloso e inolvidable para mí al que accedía a diario, porque mi tío Ipe era su jardinero y guardian, robaba algunas revistas y las leía... Algunas eran francesas y tenían fotografías de chicas desnudas. Yo me entrometía en el mundo de los ricos...
El primer libro que leí fue "Miau", una novela de Benito Pérez Galdós, y lo hice para un trabajo escolar de Literatura, cuando ya estaba acabando el bachiller de la época. Esta novela contemporánea me empezó pareciendo un tostón, pero acabó gustándome.
Luego, lei "La familia de Pascual Duarte" de Cela y llegué a las "Rimas y Leyendas" de Bécquer y "El Jardinero" de Rabindranath Tagore. Estos dos últimos me fascinaron, los leía una y otra vez, me los aprendía de memoria, le daba vueltas a las frases y a los versos y ... despertaron en mí la fascinación por escribir.
Escribo para mí, para mis amigos y amigas cercanos, para personas anónimas que me siguen, para mis alumnos y alumnas... escribo historias sencillas sobre mí mismo y mis experiencias de vida... y me he dado cuenta lo importante que es la lectura.
Mi padre apenas sabía firmar y no sabía sumar o restar, aunque tenía sus modos de hacer cálculos. Por tanto, se puede decir que era analfabeto. Así y todo, resignado, he de decir que eso era de lo menos malo que tenía. Mi difunta ama, antzeko-parezido, pero se defendía leyendo. Mi ama Teresa siempre luchó para que yo aprendiera. Lo que soy se lo debo a ella.
Y ahora, cada vez más, me gusta leer historias cortas, relatos, poemas... no suelo leer libros al uso, porque el tiempo se me escapa volando. Pero... me encanta escribir.
Hoy os presento mi primer microrrelato para adultos:
"MI VECINA DEL 7º A"
Se rumorea que mi vecina del 7º A corre maravillosamente.
Decora sus piernas con unas mallas grises que se le ciñen tan bien que los ojos de quien la mira se clavan en su culo de escultura griega. Viste sujetadores deportivos de vivos colores, que permiten imaginar sus pechos al desnudo.
Su melena azabache flota con el viento y te enamora.
El hip hop que vibra en sus auriculares blancos deja huellas de besos al pasar.
La semana pasada parecía tener novio. Ayer la vi con otro. Hoy, un chulo musculoso con BMV descapotable parecía querer comérsela a lametazos de lobo hambriento.
Confieso que vecina del 7ª A me tiene descentrado. Hoy me ha mirado y sonreído.
A mi padre sí que le gustaban las "chicas de ojos verdes con un negocio entre las piernas", pero yo soy un hijo desheredado.
Imágenes capturadas en la red.
Cualquier parecido entre esta historia y la realidad sería pura coincidencia
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Qué variedad de textos más enriquecedora. Mi vecina tiene 93 años y cada vez que me ve me sigue diciendo que he crecido y que estoy más guapo. No sé si la prefiero en comparación a la tuya pero proponle ser su pareja... de pala.
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