Una apacible tarde de julio, una joven y
humilde andereño llegó a la escuela de la
ciudad de Otxarraga para sustituir a la maestra (andereño) habitual durante un largo período de tiempo. La gente no dio importancia
a su presencia, y sus enseñanzas no fueron valoradas ni por l@s niñ@s de
la escuela, ni por los padres y madres del lugar. Incluso, después de algún
tiempo, fueron capaces de recriminarle su innovadora forma de enseñar, diferente a la tradicional.
Una cálida noche de sábado, mientras paseaba
por el centro de la ciudad, un grupo de
gamberr@s empezó a molestarla, e incluso alguno llegó a insultarla. La dulce andereño se acercó a ell@s y les sonrió.
Uno de los hombres, quizás, el más
ignorante, motivo por el cual era también el más atrevido del grupo, comentó:
-
¿Es
posible que, además, sea Usted sorda, señorita? Le
llamamos cosas desagradables y tan sólo nos sonrió.
-
Cada
uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene –fue la respuesta de la andereño.
Amaia
Cuento adaptado para la ocasión
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