Cuando se acababa el curso escolar 2020/21 e iban a comenzar mis vacaciones, por un descuido manejando un serrote sufrí un accidente doméstico. Ya sé que parece inexplicable, si, me lo ha dicho mucha gente, pero suele ser así como suceden estas cosas, tontamente, cuando no te lo esperas... Menudo corte en la pierna derecha me hice y me asusté porque me sesgué una variz.
Con la ayuda de Amaia y mi vecino Ander, no se me hizo largo la espera a la ambulancia que me trasladara a Cruces. Y, bueno, pasadas las primeras horas de dolor e incomodidad, todo fue muy bien y, en una semana escasa, Irantzu, la directora de mi escuela vino a buscarme a casa y me llevó al colegio para que pudiera asistir al acto de despedida de mi alumnado de 6º de primaria, que pasaban ya al instituto..
Dos días después, la herida se me infectó y eso me hizo retroceder hasta el principio, o peor, porque ni con muletas podía sostenerme de pie. Pero en el ambulatorio de Karrantza me atendieron estupendamente, especialmente, una enfermera gaditana con un nombre precioso, Luna.
Y para finales de julio ya me había recuperado totalmente y pude hasta hacer un par de rutas por los montes carranzanos.
Precisamente, el 27 de julio era el cumpleaños de Amaia y con toda la lata que le había dado para curarme y demás (yo soy muy mal enfermo), pues, le dije que podíamos salir a comer juntos (antes, cuando vivíamos en Zierbena, lo hacíamos muchísimo, pero desde la pandemia... me ha entrado una neura y me da miedo salir de casa y tengo muchas reticencias para ir a los bares o restaurantes).
Amaia buscó un bonito sitio en Sopuerta, el Mendiondo, donde comimos muy bien y a gusto en su terraza exterior con vistas a la naturaleza.
Después, dimos un paseo por la zona de Santa Ana, que yo quería ver su frontón descubierto y si existía un paso peatonal directo desde el parque de la zona hasta la Vía Verde. Y allí me encontré con un árbol, un enorme roble, que me recordó a mi pierna herida, porque el tronco del roble tenía también una hermosa cicatriz vertical, como mi pierna derecha.
Me quise hacer amigo del roble. Los hombres de pueblo somos así... hacemos cosas que la gente de bien no suele entender...
Las heridas se curan...
con el tiempo, con paciencia,
con ayuda,
con una enfermera como Luna,
con eso que ahora llaman resiliencia,
con un amor como Amaia.
Las heridas se curan,
cicatrizan,
pero no se olvidan.
porque la cicatriz te acompaña para siempre.
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