martes, 2 de octubre de 2018

Desde La Arena (Zierbena) hasta El Pobal (Muskiz)

Cuando yo era niño, a los de Zierbena nos pasaba que si éramos de La Arena  íbamos para casi todo a Muskiz (en aquellos años se llamaba Somorrostro) y, en cambio,  los que eran de El Puerto iban a casi todo a Santurtzi. Era por cuestión de cercanía y medios de transporte (un bus rojo y blanco que pasaba cada muchas horas y paraba al lado de  mi casa). Es por eso que yo siempre he estado bastante unido a Muskiz, aparte de que  mi padre procedía de allí, concretamente de El Pobal (mi ama era de Zierbena).
Entonces, en los años 60, todo era distinto: no existía Petronor, sino una enorme marisma que se inundaba  cuando subía la marea, la carretera iba por diferente lugar al actual... pero voy a ir a lo que iba.
Me gusta  mirar hacia Muskiz e ir andando hacia  allí, que ahora hay buen paseo bordeando el río Barbadun. Y, desde hace poco, los muskiztarras han habilitado otro paseo que te lleva hasta   la presa de la Ferrería de El Pobal, es decir, desde La Arena, cerca de 20 km entre ida y vuelta, si te metes por algún recoveco a indagar.  Hace unos días... fui con Amaia.
Como soy un hombre de pueblo, me da miedo pasar por debajo de un puente tan enorme, porque mira que  se cae como ese de Génova..., así que Amaia me lo sujetó con sus manos para que  pasara sin miedo.
Después  había una  chimenea  muy alta, con franjas rojiblancas, como el Athletic, y echaba  mucho humo y hacía como ruidos extraños y sentí de nuevo miedo, porque mira que si explota... Entonces, Amaia  me la  apagó tapando con su dedo la boca y así yo pude pasar tranquilo y seguir mi camino hacia Muskiz.
Por aquí vi unos peces muy simpáticos, pero un poco sucios, porque   estaban comiendo la porquería del agua. Les dicen mubles. En su caso, ser tan asqueroso les mantiene  a salvo, nadie los pesca.
 Tanto andar empecé a sentir hambre y me comí unas flores lilas para merendar.
Y... otra chimenea rojiblanca. La miré desde abajo y empecé a gritar porque  me parecía que se inclinaba y  que me iba a caer encima, que ya he oído yo que  en Italia hay una  torre  muy inclinada que terminará cayéndose. Entonces, Amaia  me la sujetó  fuertemente y yo pasé tranquilo, pero mirándola de reojo.

 Me puse a mirar al agua y como se movía tanto casi me mareo.


La señalización era buena, pero, oye, no sé cuántos puentes tuvimos que atravesar...
con el miedo que me dan.
 A los hombres de pueblo los puentes también nos dan miedo, pero  a Amaia no. ¡Qué suerte!
Encontré una presa, con un chorro de agua que flipas y una llave para abrir las compuertas... Entonces, Amaia empezó a hacer que la  giraba y abría y yo empecé a gritar  y a correr, pensando que entre tanto agua me podría ahogar.

 Y según voy corriendo me encuentro con un sirón... ¡Vaya susto, que pensé que era una serpiente!
 Yo solamente quería darme un plácido paseo, pero ¡vaya tarde que llevo!
¡El Pobal! Aquí nació mi padre, Julián, y vivieron mis bisabuelos Luisa Barbara y Francisco Urriza. Ahora en varias de las casas siguen viviendo tíos y primos míos. Me habría gustado  saludar y dar un beso a mi tía Lola, que tiene más de 90 años ya y era muy agradable y cariñosa conmigo cuando yo era niño; "Robertito" me  decía siempre. Pero no vi a nadie y como sé que tienen perros no me atreví a  acercarme a llamar, no vaya a ser que me mordieran.
Y en esta otra vivieron mis abuelos Manuela y Ñito. Yo iba de pequeño a  visitarles. Me gustaba mucho cuando me llevaban a la huerta y me daban  manzanas y abadejos y cuando me enseñaban los conejos y las gallinas que tenían. Lo que  menos me gustaba es que mi padre y mi abuelo empezaban a beber vino y... 
 Con la pena de no haber visto a mi tía Lola seguimos el camino y entramos en la finca de la ferrería.



He estado varias veces de visita con alumnado de mi colegio y siempre fue un placer escuchar a Montenegro. Es un lugar simbólico para mí, porque mi  abuela me contaba iba con mi ama a moler por allí grano y mi padre también contaba historias de la ferrería.
La ferrería de El Pobal es un taller artesanal en el que se trabajaba el mineral de hierro. Fue construida a comienzos del siglo XVI por el linaje banderizo que dominaba la comarca, los Salazar. Su época de máximo esplendor corresponde al siglo XVIII, cuando el taller y las infraestructuras hidráulicas se ampliaron y reconstruyeron. Sin embargo, buen aparte de los restos visibles en la actualidad (la fragua, las carboneras, la maquinaria...) son de finales del siglo XIX.  En torno a la ferrería se articulaba un complejo productivo formado por la vivienda de los ferrones, el horno de pan, las huertas y los montes de donde se abastecían de carbón y madera.



Pasada la ferrería  siempre me gusta  meterme en el bosquecillo de cañas de bambú, el más grande que conozco, y proseguir un sendero hasta la presa (excelente lugar para sacar fotos).
...  ya no soy capaz de subirme a los árboles... 
Y llegamos al final de la ida del recorrido, a la presa que hay más allá de la ferrería.














A ver si acierto con el selfie...

Y emprendemos la vuelta... a La Arena.

Cementerio de Muskiz
Se está haciendo de noche... ¡qué miedo!
Ella  me protege siempre, es mi luz.

1 comentario:

  1. Siempre es un placer leerte Roberto. La visita a la ferreria es un autentico lujo, yo suelo recomendar si tienen ocasion pasar antes por el museo minero de Gallarta. La trazabilidad del hierro. Un saludo

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