Reflexiones en noche de luna menguante

La historia siempre la han escrito los vencedores. De ahí que los libros de historia de cuando era niño dijeran que América fue colonizada y no invadida; pero según fui haciéndome mayor me paré a pensar en cómo habrían descrito los indígenas americanos de finales del siglo XV lo que hicieron  con ellos y en sus tierras los imperialistas españoles. También decían cuando yo era pequeño que Franco era  el caudillo de España y no un dictador que prohibió, torturó  y asesinó. Esa reflexión me hizo madurar y entender mejor la hipocresía de la sociedad en que vivimos.

Después, durante más de 4 décadas, he conocido a otr@s much@s que no se apellidaban Franco pero eran igualmente represores. Y también a otros medios informativos que me vendían la información interesada para sus oligarcas.

Aunque  ya soy viejo, soy por suerte contemporáneo de Internet, y aún estoy a tiempo de escribir mis historias, pensamientos y sentimientos en este blog, sin necesitar que una editorial acceda a publicarme y sin que ningún político falso, mediocre y ruin pueda hacer de despreciable censor.

Alguien dijo acertadamente que "hay gente tan pobre que solamente tiene dinero". Son gente sin escrúpulos, rodeada de chivatos, embusteros y lameculos serviles que se venden por un plato de lentejas. No sé  a ciencia cierta a quién desprecio más; si al ignorante señorito prepotente o al alcahuete miserable que le reverencia pleitesía por un favor infame.

Resulta que un día mi pueblo cambio, paso de ser un bello pueblo pesquero a un pueblo rendido a los intereses político-familiares-industriales y, en ese tránsito, se perdió la dignidad, ahogada en la contaminación del querer ser más de lo que eres en realidad. Es la osada ignorancia del necio que se ve sabio cuando se mira en el espejo. Si no conservas la dignidad, pierdes tu propia esencia.

  

A los humildes se les ignora, se les vilipendia y pisa. A los arrastrados al servicio del poderoso se les encumbra, se les abren las puertas y se les condecora inmerecidamente.

¿Qué nos queda? Luchar de pie, no arrodillarnos nunca.

Los pequeños detalles son los que hacen grande a las personas que los tienen.

Nunca me conformo con mirar, ni siquiera con ver; a mí, observar es lo que me fascina.

En mis 40 años de pala he descubierto a grandes hombres que estaban escondidos dentro de un cuerpo de pelotari, y también a grandes pelotaris que no tenían en sí nada más que sus virtudes en el juego de la pelota.

Y en mi profesión, más de lo mismo. Existe el maisu o andereño con vocación admirable, deseos@ de innovar y compartir, que disfruta y hace disfrutar a sus alumn@s y busca la cercanía de las familias; y también quien sólo trabaja por dinero a final de mes, se escuda en el típico "siempre se ha hecho así" para seguir cómodamente apoltronad@ y no siente apego por sus niñ@s y niñas ni por sus familias, que cuanto menos se le acerquen mejor se siente.


Es siempre así en la vida. Da igual lo que hagas, dónde estés. Es la realidad.

Quisiera poder cambiar tantas situaciones injustas.
Quisiera  cambiar tantos momentos  tristes.
Quisiera hasta poder cambiar a algunas personas y reconvertirlas a seres humanizados.

Pero soy tan insignificante...

He decidido  sonreír a un@s  e ignorar a otr@s. A algun@s ya les regalé un minuto de mi vida sin merecerlo siquiera. Son ell@s quien están en deuda conmigo. Y, en cambio, a otr@s no les di nada, o casi nada, y se merecían mucho, así que soy yo quien está en deuda con ell@s.

Y... escribo para ti, que sabes leer entre líneas 
y también sabes distinguir...
 entre un guerrero en paz y un pacifista en guerra,
mientras contemplas  una noche...
a la luna que mengua.