miércoles, 31 de agosto de 2022

Mamarigako Txapelketa bihotzean daramat


Estos  días  arranca  el TORNEO DE PALA DE MAMARIGA, y, precisamente, será la XXV  edición (sólo faltó  en  2020, por la pandemia).

Lo primero  que  quiero  decir  es que llevo  a  este  torneo en mi corazón; por los muchos momentos  que  viví  en él, inolvidables  e insuperables algunos de  ellos, y porque ese torneo, su ambiente y su gente significaron mucho para mí y no ser agradecido sería imperdonable.

Y,  a pesar de  que  llevo ya  años  alejado  de él y  sin jugarlo, (una década, prácticamente) aún se me pone la  piel de  gallina cuando lo recuerdo. 

No puedo ser más sincero: tengo  una  gran  pena por no  jugarlo, por no  estar  en  esta XXV  edición. Daría  lo  que  fuera  por  jugar en Mamariga. Pero  los años  te  relegan,  te  someten, te van  empujando hacia  atrás... lo llaman  la ley  de la  vida

Si  pudiera  saltar  de nuevo al  frontón de Mamariga tendría la  fuerza  que  los años me han  robado, porque  para mí es un escenario mítico.
Quizás,  debería haber  sido  valiente  y  llamar a uno y otro para  ver  si querían jugarlo  conmigo este  año, pero no me he  atrevido. No me  he  atrevido por miedo  a  recibir noes y  que  eso  me afectara mentalmente. No puedo permitirme descolgarme en otro  acantilado ahora  que  estoy saliendo  de uno en el  he  vivido  varios meses.

Mamariga  Pala Txapelketa va a  empezar  y  yo siento un  cosquilleo indescriptible. No  consigo  dormir y me pongo  a pensar lo  bonito  que  habría  sido  volver  a   saltar  al  frontón  de  Mamariga,  como  antaño,  con un buen  delantero, como antaño, y jugar  XXV  Txapelketa. Sé  que  habría  gente  que  después de una década si verme se preguntaría  si  Rober ha  resucitado, porque hace una década yo ya  era  un viejo para  ellos. Se  asombrarían  y  sus  caras  de incredulidad,  sus miradas,  sus  comentarios...  me  darían fuerza, me impulsarían.


El  frontón  descubierto  de Mamariga  era un templo de la pala para  mí. Ahora  está bonito, sí,  recogidito, garantiza  que  se juega  aunque  llueva... pero  el  frontón descubierto  era una  ermita y los que  allí  jugaban  en  aquellos  años  eran guerreros  espartanos...  Siempre se jugaba, jamás  se  aplazaba un partido... era la  seña  de  identidad  de  Mamariga,  su  atractivo,  su inconveniente, su religión.

Ceste, Javi Mora, Natxo... luego, Bingen... (ahora Eleder...) eran los  sacrificados organizadores. Cuando  les debo. Nunca  podré pagarles los momentos  de  felicidad  que me  regalaron. Siempre  estaré  en deuda  con ellos por el respeto y cariño con  el que me trataron. Hubo una década  entera  que me hicieron  creer que  yo  era  alguien, pero  yo  solamente  era un  guerrero indomable con una pala  en la mano  y ansias por jugar. Nada más.

Los  jugadores  siempre somos injustos  con los  organizadores. Nos  creemos los protagonistas y no nos damos  cuenta  que  son los  organizadores los  que  se merecen los mejores premios. Sin  ellos,  sin esas personas  que  dedican  su  tiempo,  sus esfuerzo... y tantas  cosas más, para  que  el  resto  disfrutemos, no habría  torneo y  sin  torneo no hay txapelas, ni  campeones. La gloria  se la  llevan los  campeones, pero  se la merecen los  organizadores.

Si algún día tengo la oportunidad y la  suerte  de  volver  a jugar  en Mamariga Pala Txapelketa, al llegar, mis ojos buscarán a  Ceste,  a Javi... y les pediré permiso para  darles un  abrazo sincero. Ahora me doy  cuenta lo que  hicieron por mí.  Cuando  jugaba no me daba  cuenta,  solamente  pensaba  en  ganar,  era  egoísta.
Después,  saltaré a la kantxa, apoyaré mi  rodilla en la kantxa y  levantaré mi pala  al  cielo, para  recordar  a los que  estuvieron y ya no  están. Ellos ya no pueden jugar, pero  yo  jugaría  con  ellos  en mi  corazón y  en mi memoria. Y no  todos los recordados  serían jugadores. ¿Cómo no  acordarme  de Charo, la  ama  de  Sofi Ferreira (y  de Eva, de...)? Fue la primer persona de Mamariga  que  se  alegró  de  nuestros  triunfos, sus ánimos,  sus ojos  vidriosos por nuestras  victorias,  sus  abrazos y  sus besos  valen más  que  cualquier trofeo de Mamariga. Las txapelas  se  encanecen y los  trofeos se oxidan (bueno, los de Mamariga, no,  que  eran  especiales), pero  esos  recuerdos perduran, ni  se  encanecen  ni se  oxidan,  son  eternos,  son para  siempre mientras  la vida (o el paso  de los años) no me  robe  la memoria.
Tuve la  fortuna de jugar  y ganar los  dos primeros  años  de Mamariga Pala Txapelketa (1996 y 1997), con Berto Naparrilla de  delantero. Berto,  además de ser una  de las personas que más  quiero  en  esta  vida, y también una de las  que más  me ha hecho reír, fue un  delantero único para mí. Ni la ahora tan  manoseada  inteligencia artificial podría  crear un  delantero más  perfecto para el Rober  de  aquellos años.

Después,  por enfermedad, no jugué en la II y IV  ediciones (1998 y 1999). Eloy Tajada, único e incomparable,  me rescató  del olvido, me  recuperó para la pala, engañándome. Me  dijo  que me necesitaba para  que  jugara  con él en Mamariga 2000. Eloy Tajada no me necesitaba; él  era el mejor delantero y podía  elegir  con  quién jugar.

Ahora llevo  años  en los  que  apenas  veo  a  Eloy. No sé muy bien  por qué. Él  está  en  su  mundo. Yo,  en el mío. Me gustaría  contarle  que  yo  sigo  yendo  al  frontón, pero  que siempre le  echo  de menos a él. Le  recuerdo en la kantxa,  delante  de  mí, y  ahora,  sin él, el  frontón  me parece  que  está  vacío,  envuelto  entre   una  niebla espesa y cruel. 

En  la V  edición,  año 2000, regresé  a Mamariga y  obtuve la txapela de parejas  con  Eloy y  también gané  el  torneo individual,  algo  que  parecía  que no  estaba  a mi alcance por  ser  zaguero  y  sin  zurda. Jugué las  dos  finales en la misma tarde,  seguidas, después de pasarme  muchas horas subiendo  sacos de algas  por las antiguas escalerillas de Lastrón (ese día  subí y bajé  aquellas  escaleras 70  veces).

En  2001, Eloy y  yo  volvimos  a  ser  campeones frente  a  Iker  Agirresarobe--Josu. No nos  cansábamos  de ganar.


Y en  2004, volví  a ganar en Mamariga; esta  vez  con  su hijo, Igor Tajada, contra Endika Intxausti--Íñigo Moral, una pareja  brutal  en  aquellos años, en un final de infarto, 25--24.

Y  en  2005, bajo un  aguacero inolvidable, perdí la  final  en  compañía de  José Reyero, contra Igor Tajada--Gorka Rodríguez, que poco después  fueron  subcampeones de la Liga Vasca de Paleta Goma. El  gran  Reyero, sentenció: "Si no llueve, somos campeones".

Al año  siguiente, en  2006,  volví  a perder la  final  con  Reyero  de  compañero, contra los mejores del momento: Eloy e Igor Tajada. El subcampeonato  no gusta  a nadie en el  día  de la  final, pero,  con el paso  de los años,  se valora  mucho. En 9 participaciones  en Mamariga  jugaba mi 8ª  final.

Así cerraba un  ciclo. En los  diez  primeros años  de Mamariga Pala Txapelketa,  donde  había  jugado 8  ediciones, había  ganado 5 txapelas parejas + 1  subcampeonato  y  1 txapela individual y  en  el  histórico  de  Mamariga  ocupaba  el Top 1.

En 2009, Iñaki Unda  me  habló para  jugar juntos en Mamariga, ¡él  de  delantero!  Solamente  unos indomables  Eloy--Igor Tajada  pudieron  con  nosotros. Otro  subcampeonato más.

A  ese palmarés del que me  siento orgulloso, hay que  sumarle otro  subcampeonato parejas en 2011,  con  Sergio Loureiro. Ibai Pérez e Igor Tajada nos ganaron en la  final.  Ese año  se cumplían 15  años  de  mi primera txapela  en Mamariga.

En 2002, me  concedieron  un premio honorífico  e inesperado. Fue la primera vez  que  en el  torneo  otorgaban un  trofeo al Mejor  Jugador. Yo lo  agradecí,  tras unos  segundos  de  sorpresa, pero no me lo  concedieron por  ser el  Mejor  Jugador,  como  reza la grabación,  sino por mi  trayectoria  en  el Mamariga Pala Txapelketa. Eloy bromeó: "Abuelo, ya te  están  retirando".

Y  en  2013, en mi última aparición  en Mamariga,  jugando  con  mi hijo David, donde  me  tuve  que  retirar en  semifinales por lesión (poco  después fui operado  del menisco  de la pierna  derecha). David e Iñaki  fueron  subcampeones. También  fui premiado por la organización. Me  concedieron un  trofeo muy bonito en  agradecimiento  al seguimiento  que  había  hecho  del  torneo  en mi  blog  HAIXEDER.


Ahora,  en 2022, profeso  adoración  a mis txapelas y  trofeos de Mamariga Pala Txapelketa. Los llevo  conmigo cuando  cambio de alquiler. Son mi tesoro. Son mi fortuna. Son mi historia de amor por la pala. Los  miro tantas  veces... con nostalgia. 

Ahora  ya no  hay un Eloy Tajada que  me  diga  que  quiere jugar  conmigo; ni un Igor Tajada que   acepte  la  sugerencia  de  su  aita para  jugar  conmigo; tampoco  hay un  Reyero, ni un Unda, ni un Loureiro  que me  propongan  ir  a Mamariga a  cubrirles las espaldas. Ahora  hay  RECUERDOS, sólo recuerdos.

Bueno,  y 6 txapelas, y 4  subcampeonatos más. ¡He  jugado  10  finales  en Mamariga Pala Txapelketa! (9  en parejas) de  14  participaciones. Seguro  que muchos  pelotaris mejores que  yo no  alcanzan  esas  cifras  en Mamariga.  Soy un  afortunado.

Txapelas Bikoteka: 1996, 1997, 2000, 2001 y 2004.
Txapelak Banaka: 2000
Subcampeonatos Parejas: 2005, 2006, 2009 y 2011.
Premios Especiales: 2002 y 2013.

          ESKERRIK ASKO!          



Muchos torneos, muchos  años, muchas  anécdotas, muchas historias...
Txema Imaz (en  aquel  entonces,  Txemita) era uno  de los gallos  del corral, más por  su palabrería  desafiante que por  su juego, que  tampoco  era  de  subestimar, la verdad.  Quiero decir  que  Txemita  te   decía  que  te iba  a ganar  siempre, intentaba que  el  factor  psicológico jugara  a  su favor, pero en  esos  años casi,  casi,  aunque pueda  exagerar un poco,  a pala con la pelota de  tenis,  a uno  de  Zierbena solamente  le  ganaba otro  que  también  fuera de  Zierbena. Txemita  daba  colorido,  ambiente, y  en Mamariga estaba  en  su  salsa.
Una tarde nos  enfrentábamos a parejas y él  me  dijo. Vamos a  por ti,  a por  el  abuelo (así me llamaba  Eloy y también "jubilao"). Todas las  pelotas  atrás,  hasta  que  revientes.

Yo  sonreí tímidamente y  callé. Estaba tranquilo. Me podían ganar por juego, pero nunca  por físico. Yo podía  estar 10 horas  seguidas  jugando.

El partido  empezó y  todas  atrás y yo  todas  al  frontis. Pasó una hora, la gente  se aburría y  hasta  se  fueron  a ver las  regatas. Pasó otra hora. Volvieron los que  se  habían ido y  seguíamos jugando. Todas  atrás y  yo  todas  a frontis.

Empecé  a ver  que  Txema se miraba las manos, hacía  gestos  con la  cabeza y  empezaba a  jugarse  pelotas...   Y parecía  cambiar de  estrategia,  rendirse... Se me  acercó y me  enseñó  sus manos.  Estaban  ensangrentadas, ampollas terribles  sangrando... "No puedo más"- me dijo.

Riéndose, porque Txemita  siempre se reía, me  dijo: "¡Qué  hijo puta, no hay  quien  te  tumbe, cabrón.  ¡Joder con el  abuelo  de los  cojones...!"

¡Qué  suerte  he  tenido  de  encontrarme  en el  camino  con  Txemita  y otros muchos... Sin  ellos  yo nunca  habría  jugado  a pala.

Dejadme que  cuente la última anécdota:
Me  gustaba ir  al Torneo de  Mamariga, porque siempre  compraba  churros al lado  del  frontón  y las  primeras  uvas  de  moscatel  del  año, allí, al lado,  en una  frutería.   Era  como cuando  se hacía  el  Torneo de El Puerto  de  Zierbena,  que  siempre  comía las  primeras moras de la temporada. Eran mis  rituales. No  negociables.

MAMARIGA  PALA TXAPELKETA   siempre  estará  en mi  corazón y  en mi memoria. Siempre  será  un  torneo  muy  especial para  mí. Cuando me  muera que me   entierren con las  txapelas y los  trofeos de MAMARIGA PALA TXAPELKETA. En  el  otro mundo  hay  alguien  a quien  querré  enseñárselos.

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