Al llegar a Lugo me encontré con otro hombre de pueblo y le pregunté:
--"Buen amigo, ¿qué merece la pena hacer en tu ciudad?"
Y él, muy seguro, me respondió:
--"Súbete a la muralla por enfrente de la catedral y da la vuelta entera".
Las imágenes de la salida.
Las estatuas de Paulo Fabio Máximo (izquierda) y César Augusto en la Plaza Mayor de Lugo.
La muralla romana de Lugo, con una longitud de más de dos kilómetros, coronada con más de 80 poderosas torres, delimita el casco histórico de la ciudad y ha pasado de ser un obstáculo para su evolución y crecimiento a ser un monumento integrado en la estructura urbana y fuente de riqueza histórica.
Por eso, los lucenses están muy orgullosos de su muralla.
La muralla tiene 10 puertas que unen las dos partes de la ciudad y su paseo de ronda (adarve) se ha convertido en una calle más, que es recorrida por los viandantes autóctonos y también por los visitantes como Amaia y yo.
La muralla romana de Lugo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000 y está hermanada desde octubre de 2007 con la Gran Muralla China de Qinhuangdao.
Fue un tal Vitruvio el ingeniero romano que la diseñó y perdura después de más de 17 siglos. ¡Casi nada! Dentro de la muralla entrarían unos 30 campos de fútbol. La anchura de los muros supera los 4 metros, alcanzando en algunos puntos hasta los 7 metros de espesor. 46 de las más de 80 torres originales se conservan intactas, mientras que hay restos de la mayoría de las casi 40 restantes
Originariamente tenía solamente 5 puertas (Porta Miñá, Porta Falsa, Porta San Pedro, Porta Nova y Porta de Santiago). Se cree que Porta Miñá y Porta Falsa fueron las dos primeras y que las otras tres fueron posteriores. Entre 1853 y 1921 se abrieron otras cinco puertas por necesidades de la expansión de la ciudad (Porta San Fernando, Porta La Estación, Porta Obispo Izquierdo, Porta Obispo Aguirre y Porta Obispo Odoario). De las diez actuales, seis son peatonales y cuatro permiten el tráfico rodado.
Por la Puerta de San Pedro entraban las calzadas romanas XIX y XX, procedentes de Asturica Augusta (Astorga) y Braccara Augusta (la actual Braga portuguesa). Por la Porta Nova se enlazaba con Brigantium (Betanzos) y por la Porta Miñá se iba a Iria Flavia (Padrón), mientras que por la Porta Falsa se iba hacia la costa lucense.
Las puertas de madera que permitían cerrar el acceso permanecieron hasta la segunda mitad el siglo XIX. Hasta bien entrado el siglo XX se mantuvo el control del tránsito con unas casetas (fielatos). Antiguamente, se cobraba el impuesto de portazgo y se realizaba el control de personas que entraban y salían del recinto.
Cada puerta tiene su propia historia.
Alrededor de la muralla hay edificios más modernos. Hubo unos 30 edificios pegados o adosados a su exterior, pero en 1971 se inició el Plan conocido como Operación Muralla Limpia para salvaguardar la muralla.
La muralla romana de Lugo es la única del mundo que se conserva entera.
Amaia no conocía la muralla romana de Lugo. Yo sí había estado, una vez, al igual que la Praia de As Catedrais, la pude visitar cuando con mis 15 alumnos y alumnas de Karrantza participé en el proyecto de Escuelas Viajeras hará ya más de dos décadas. En aquella ocasión solamente vimos un poquito de ella, lógicamente. Esta vez queríamos recorrerla entera. Lo hicimos, pese al sol y calor sofocantes.
La muralla romana de Lugo encierra un misterio aún sin aclarar. ¿Qué razón había para que incluyera en su interior zonas de descampado y dejara fuera otras zonas habitadas? Existe la teoría de que podía haber un bosque, que consideraban sagrado y que lo quisieron preservar y proteger. ¿Será leyenda o realidad?
En esta zona de la muralla encontré una moneda de 5 céntimos.
Fue una bonita experiencia recorrer la muralla de Lugo, darle la vuelta entera, a pesar de calor que hacía. Amaia y yo recordamos cuando hicimos lo mismo, con más calor todavía, en Ávila hace ya unos años.
Durante todo el recorrido disfrutamos de buenas vistas, edificios atractivos dentro y fuera de la muralla, de los que os pongo algunas imágenes al final de este reportaje, al igual que de cuando paseamos por dentro de las calles de la muralla.
Así de grande debería tener yo la cabeza para poder conservar mejor en ella todos los datos y recuerdos que voy acumulando a lo largo de mi vida. En la mía noto que todos no me caben ya.
Agur, Lugo! Quizás, ya nunca más pueda volver a tu muralla. Pero si volviera, me gustaría dar de nuevo la vuelta caminando sobre ella. Y con Amaia, si ella quisiera acompañarme.
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