viernes, 13 de septiembre de 2019

Desfiladero de las Xanas


          Las Xanas son ninfas  de agua dulce en la mitología  asturiana,  seres de  extraordinaria belleza y largos cabellos rubios, que  habitan  en  cuevas,  fuentes y riberas de los ríos. 
          Las Xanas  salen  en la noche  de San Juan para  romper su  encantamiento: bailando, lavando y tendiendo  sus  ropas. También  hacen ovillos  de hilos  de oro y plata que  regalan  a los pastores. Poseen grandes tesoros y pagan a las personas que les liberan  de su  encantamiento.
          La tradición popular une   a este personaje mitológico  con un paraje  de  gran  belleza por el que  discurre el arroyo  de las Xanas o Viescas, entre los  concejos  asturianos de Santo Adriano, Proeza y Quirós,  donde   el  agua ha  excavado un impresionante  desfiladero entre las moles calcáreas  durante  millones  de años. 
Todos los duendes de la mitología  astur  se empeñaron  en que  Amaia y yo no transitáramos  por el  Desfiladero  de las  Xanas, pero el  deseo y  el  coraje de un hombre  de pueblo  no  se  amilanan  ante  tormentas  enviadas por maléficos  dioses.
En un  sábado  de verano infernal fuimos   a conquistar al hermano pequeño  de la Garganta  del Cares,  declarado Monumento Natural por el Principado  de Asturias  en  abril  de 2002.
La  senda  fue  cavada  en la  roca,  a mediados  del  siglo XX, en un  antiguo proyecto para  conectar los pueblos  de Pedroveya, Rebollada y Dosango con el valle  del Trubia.
 Durante  el  recorrido se atraviesan varios  túneles esculpidos  en la piedra.

Como nosotros no nos  rendimos a la tormenta, ella se cansó  de echarnos  agua  encima y cuando  llegamos  a la  parte  del bosque, poco  a poco las nubes  se  quedaron  sin  agua, pero bajo los frondosos árboles  seguía lloviendo, pero con la cámara bajo  el paraguas pudimos  hacer algunas  fotografías.
Impresionantes paredes verticales que te hipnotizan son   recorridas por un  estrecho  sendero, con unas cuerdas  quitamiedos  sujetas  a la  roca  con  ganchos (en muchos tramos ya  se han  deteriorado las  cuerdas y  se han  roto).
El  sello  del  amor  se puede  colocar  en cualquier sitio.  
No importa que  el candado  se oxide; lo que importa  es que   el amor  se mantenga.

Avellanos,  espinos, fresnos, tilos, arces, madroños, mostajos, hayas, castaños...

Montañas de colores...

 Monstruosos desprendimientos...

 cascadas...

 cuevas...

La tormenta  tiñó  de marrón  el agua  cristalina  del arroyo.

Un temerario puente  de madera...

restos  de un  antiguo molino...

 escaleras  para gigantes...  a quienes desafié subiéndolas  corriendo.

Y,  calados hasta los huesos,  llegamos  hasta la  ermita  de San Antonio, custodiada por un tejo  centenario y  final  de la  ruta. 
No quería  regresar por  el camino  andado, porque  la  zona  de  sendero  en el bosque    estaba  muy  resbaladiza y  embarrada, así  que nos  fuimos hasta  el pueblo  de Pedroveya,  que  se  veía  entre la niebla,  a preguntar si podíamos volver por carretera.

 ¿Dónde vais, pobres  de dios? -se preguntaría la  vaca pinta.
En Pedroveya había un restaurante y    tomamos un  refresco  y un pintxo. Preguntamos y  un  amable  señor  nos indicó una  alternativa  de  regreso por carretera, larga, pero   más  segura  que  el  desfiladero, teniendo  en cuenta la  climatología.
Otra pareja   estaba   en la misma  circunstancia que  nosotros y se  decidieron por seguirnos.  Yo,  encogido  de  frío, pero  contento  de no tener  que  volver  al bosque  del  desfiladero, comencé  a correr  y   subir  una  impresionante  cuesta  como loco, pero  tuve  que   esperar a  Amaia y vi que la pareja  seguía  detrás, cada vez  a más  distancia. Entonces,  decidí  actuar  como una persona normal,    reduje la  marcha y les pregunté de dónde  eran y  eso, para  entablar  conversación.
Eran  de Valencia y  él  era...  ¡hincha  del Athletic
¡Athleticzale a tope!
¡Eran  profesores!
Estaban  de vacaciones y  estaban  visitando  lugares que nosotros íbamos a visitar.
¡Increíble!
El  camino por carretera y  senderos se hizo muy  ameno, porque  nosotros  dos hablamos  del Athletic (y  de  Del Horno) y  Amaia  y ella, pues,   de  las vacaciones,   la  escuela...
¡Muy  agradables y majos!
Al llegar a punto  de inicio (foto  superior) nos  despedimos pronto,  que  el  tiempo no  acompañaba. ¡Joer... y no  nos  sacamos ni una  foto del  cuarteto!
Pero...¡las  casualidades  existen y  quién  sabe  si nos  volveremos a encontrar algún  día!

Quizá, las Xanas   nos hagan  ese  regalo.

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