Siempre me encuentro alguien que me pregunta si mis añorados palistas que destacaron en los primeros campeonatos de pala en el frontón de color rosa de La Arena, entre las décadas de los años 80 y 90, eran tan buenos como los grandes palistas de los torneos MALOKA de la última década.
Comprendo y asumo que me lo pregunten a mí. Al fin al cabo, soy el único que, además de verles a todos jugar, ha jugado con unos con otros, y también contra unos y contra otros. Que haya sido así, a mí me llena de satisfacción. No hay mayor honor para un enamorado del frontón. No hay mejor premio para un coleccionista de recuerdos. Soy dueño de dos ojos llenos de imágenes inolvidables. ¿Acaso eso no es ser dueño de un auténtico tesoro?
Cuando mis ojos ven jugar a "BELARRI", en mi pensamiento aparece JACIN (†). Es inevitable. El 3º de los hermanos Naparrilla era un espíritu libre, el más libre de La Arena. JACIN (†) era un rebelde por naturaleza, un librepensamiento, sin filtros al hablar, un heterodoxo desde que el primer rayo de sol se veía por Moreo hasta que se ocultaba abrazándose a Pico Cerredo. Y de todos los crack de los MALOKA de ahora, "BELARRI" es el mejor ejemplo de un alma libre.
JACIN (†) no era como nosotros, que en cuanto oíamos pelotazos en el frontón, corríamos a por la pala como perseguidos por un leopardo hambriento. JACIN (†) no jugaba siempre con nosotros, era selectivo. Él solamente jugaba cuando sentía que quería jugar, cuando sentía la llamada del reto que merecía la pena. A veces, le buscábamos, pero no aparecía, aparecía cuando él quería aparecer. "Ya era hora de encontrarme un partido que merezca la pena ganar"- ese parecía ser su impulso. Entonces, aparecía corriendo, desafiante, como el lobo alfa de una manada.
A mí se me ponía la piel de gallina, se me aceleraba el ritmo del corazón, una lágrima de alegría humedecía mis ojos, porque cuando JACIN (†) estaba en kantxa es como cuando está BELARRI, sabes que va a pasar algo, algo que va a merecer la pena.
JACIN (†) se sentaba en el muro, en ese muro donde ahora se coloca la pancarta de BETI GUREKIN, con su imagen y su nombre, junto a la de Jon Ander Soto, Sofi, Paco López, Juanra, Natxo... Sentado sobre la hierba serrana y recostado en la pared calentada por el sol, hogar de lagartijas, JACIN (†) miraba a las olas y al frontón. Nos observaba. Y nosotros a él. Nosotros le provocábamos con nuestras jugadas, con aquellos tantos que detenían a los txikiteros que pasaban por la acera, tras salir del Waitaki e ir en busca de la siguiente ronda hasta el Mesón Aitona.
Le conocíamos bien. JACIN (†) no se dejaba seducir por una invitación para jugar; JACIN (†) sólo se motivaba con un insolente desafío.
JACIN (†) no siempre jugaba para ganar, jugaba para ganar dando espectáculo con su melena rubia al viento. "BELARRI" tampoco juega para ganar, él quiere ganar dando espectáculo y contra los mejores. Los que organizamos torneos sabemos lo que nos pide "BELARRI" cuando le decimos que venga a jugar. "Si no me pones en el grupo contra Hueso y Triju, Del Horno-Oskar y Landeta--Seoane, no voy. Ir por ir, EZ".
JACIN (†) era la habilidad en estado puro, como "BELARRI". Futbolista, como "BELARRI". "BELARRI" jugó en 2ª B en el Zalla y Jacin en preferente con el Abanto con tan sólo 15 años. Pero son espíritus libres y no les gusta que les digan lo que pueden o no pueden hacer, quieren elegir ellos. Son hábiles por naturaleza. Son dioses de carne y hueso del deporte.
"BELARRI" nos enamora con su sonrisa, con su forma de ser. JACIN (†) siempre sonreía, te vacilaba con sus frases, te retaba con su mirada, era como un imán que te atraía. ¡Cómo no vamos a quererles!
Yo le sigo viendo en el frontón, en el muro, con su mirada y sus dichos. Un líder. Un crack. Era capaz de ser el mejor a todo lo que jugase. Son gente especial. Son personas presas de su propia personalidad, de las que hacen disfrutar a los demás, pero no encuentran la paz dentro de sí mismos.
Era otra época y no tengo fotografías de JACIN (†). Y tampoco sé dibujar. Si supiera, haría cien retratos suyos, para exhibirlos y que le conocierais todos los que no le habéis conocido. JACIN (†) tendría que ser eterno en La Arena. Me da muchísima pena y mucha rabia que cada vez seamos menos los que le recordamos. Y me enerva pensar que llegará un día en que será olvidado. Ningún pueblo debería olvidar a sus espíritus libres, a sus pioneros, aunque sean hijos de una familia humilde.
Para mí esos son los que valen la pena recordar. Para mí son los más grandes, los supervivientes a los que nadie les ha regalado nada, los que no se han rendido nunca. Hay pocos en Zierbena, pero existen.
Me acerco hasta la barandilla a mirar las olas y veo una escultura de una familia surfista. Es muy bonita, sí. Y está en un sitio inmejorable. Felicito a su autor. ¿Sabéis lo que siento? La rompería a martillazos, porque si ahí debe haber un surfista ese debería ser JACIN (†). Un pueblo debe saber valorar a sus hijos, aunque no lleven apellido ilustre. El derecho a ser recordado u olvidado no se debería decidir en un salón contaminado entre gente con herencia.
A veces, me pregunto si cuando "BELARRI" deje de jugar el MALOKA, yo encontraré a otro que me recuerde a JACIN (†). La respuesta es NO. Los espíritus libres no abundan, se extinguen, ahora prevalece el olor a perfume sobre la esencia de la persona. JACIN (†) y "BELARRI" aúnan esencia y presencia innatas.
"BELARRI" falla y sonríe. Su actitud enamora a la gente que no le conoce. Si le conocieran se enamorarían doblemente. JACIN (†) fallaba y te miraba y sonreía. Parecía que te estaba dando vida, que no te quería ganar. El 3º de los Naparrilla era un Mad Max disfrazado de palista. Era capaz de vencer a cualquiera, pero solamente cuando el sentía que merecía la pena ganar. Si el partido no merecía, se iba sin acabarlo, sin decir adiós.
Ya no existen Belarris ni Jacines. Son exclusivos, únicos. Inimitables. Nadie inventará una máquina que cree clones suyos. Nunca. Pero yo los recordaré siempre.
JACIN (†) y BELARRI son pelotaris de toques mágicos, inesperados, sorpresivos, imprevisibles... cuando ellos juegan, en cualquier momento puede pasar algo, hacen magia de la nada.
A JACIN (†) yo le considero uno de los dioses del Olimpo de este frontón. JACIN (†) es mi Apolo. Existen múltiples argumentos para ello. Apolo era un dios polifacético, era el dios de la naturaleza, la medicina, la música, la poesía, las artes, la verdad, la profecía, el tiro con arco... Apolo era más que un dios. ¿Sabéis lo que significa su nombre? El que nunca muere, el que siempre vive. Ese era JACIN (†): APOLO. Un dios de carne y hueso y... yo le tuve como amigo, como vecino, como compañero, como rival, como hermano, como ídolo...
JACINto Pérez Martínez, hijo de Tina y Txema, nieto de Mercedes y Naparra, biznieto de Jacinto Ayesta, aquel pastor solitario de ojos azules penetrantes, mirada tierna y voz pausada, que me contaba historias del pasado cuando yo era niño; aquel pastor solitario que cazaba liebres por las milenarias dunas de La Arena (las de hoy no son milenarias, ni originales, no os confundáis), mientras apacentaba sus ovejas por los pilingones; aquel pastor solitario que me dijo que mirase siempre hacia Pico Cerredo y que diera valor e importancia a su txapela, TXAPELA (de su boca escuché por primera vez esa palabra y no sabía su significado ni su simbología).
Para mí Pérez es un apellido ilustre en La Arena, de más arraigo y valor que otros de Zierbena, a los que no se venera por lo que han sido o han hecho, sino por las herencias de poder que les encumbran. Las familias, para fortuna inmerecida de unos y desgracia de otros, te vienen impuestas, pero los amigos... los amigos se eligen y los ídolos también. Yo me quedo con JACIN (†). Y con "BELARRI", un jacin de 2023.
Lo que daría por tener un cuadro de JACIN (†) y BELARRI juntos, sonriendo, en el frontón. Yo soy capaz de mirar al frontis y verles juntos, mirándose. Se harían amigos. Serían amigos si se hubieran conocido. Querrían ganarse el uno al otro. Se retarían y después, se olvidarían de quién habría ganado el partido. Ellos no buscaban ganarle al otro, sólo querían disfrutar mientras jugaban. Y, luego, se irían al MALOKA a tomarse un refrigerio juntos. Y seguirían sonriendo.
Los dos están muy lejos de mí. "BELARRI" en su Berritxu (Berriatua), y solamente muy de vez en cuando le veo. Doy gracias al MALOKA, porque si no pasaría años enteros sin verle. Cada año, yo quiero poner un "BELARRI" en mi vida, aunque sea por un mes.
Los dos están muy lejos de mí. JACIN (†) no sé ni donde está. Yo no acierto a entender el mundo en el que vivo, ni he aprendido a aceptar lo que no quiero. Existe la tierra en la que tropiezo, el cielo que temo y el mar que me roba los amigos.
Le sigo viendo sentado en el muro. Le sigo viendo jugando a futbito con la camiseta del Waitaki y/o del Salvavidas. Le sigo viendo jugar a fútbol en Santelices y en la playa, siendo el Schuster del equipo. Le sigo viendo con la bici, con la chimbera, con la caña de pescar... Le sigo viendo alentando a sus hermanos mientras coronan la cima de El Peñón. "Rober, yo no corro para que ellos ganen" - me decía. Le sigo viendo con sus tablas de surf cabalgar. Le sigo viendo desafiando a la gravedad y descender cogiendo caracoles por los acantilados de Lastrón. Solamente se lo he visto hacer a él. Le sigo viendo con su farolillo de angulero, su cedazo y todo lo demás. Le sigo viendo volando libre en busca de libertad. Le sigo viendo levantando el puño, sin venderse nunca, viendo con pobreza y dignidad.
A JACIN (†) debería estar prohibido olvidarle. Es una tortura pensar que pasarán cien años y ya, quizás, nadie le recordará. Tenía que escribirle algo. Tenía que dedicarle algo. Me parece tan poquito solo el recordarle. No me puede parecer ni suficiente, ni bastante.
Los que ahora juegan el Maloka deberían conocerle, saber quién fue, cómo jugaba, la huella que dejó en los que compartimos kantxa con el.
JACIN (†) estuvo en el inicio. Juntos dimos los primeros pasos de este camino, de este viaje. Él se fue lejos, demasiado pronto, sin despedirse, como Luisfer Soto, como Luisma, el 1º de los hermanos Naparilla, como Miguel, el de Jose y Mari, los de La Amistad, con quienes compartí pocas horas de frontón, pero muchas de otros juegos y aficiones.
Ellos se fueron y yo sigo aquí. ¿Por qué? Estoy aquí para recordarles.
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