Llegó la hora de la despedida...
Los "hombres de pueblo" se despiden por carta, discreta, pero emotivamente, pensando lo que escriben y escribiendo lo que piensan.
Hemos estado juntos más de tres décadas, que suman muchos años y suponen miles de kilómetros recorridos; tantos como haber dado 10 vueltas al mundo siguiendo la línea del Ecuador. Y ese horizonte me deja una inmensa colección de recuerdos, ¿qué mejor regalo se le puede hacer a un coleccionista de recuerdos como yo?
Arriba, una vaca de juguete pastando en El Suceso, con Armañón al fondo.
Abajo, el monumento a la Virgen de El Suceso, patrona del Valle de Carranza,
y su plaza de toros en el barrio del mismo nombre.
En tanto tiempo, normal que haya habido algunos sinsabores, esos... ¿para que recordarlos? Me quedo con la conclusión final: fui feliz en Kontxa Eskola, fui feliz en Karrantza.
Si volviera a nacer, volvería a ser maisu y volvería a ir a Karrantza a pasar allí otras tres décadas. Con eso lo digo todo. Porque, si me paro a pensar, en Karrantza he sido más feliz que en Zierbena. Y en Karrantza he conocido a personas maravillosas e inolvidables.
Era septiembre de 1992. Yo no conocía Karrantza Harana. Mi mundo conocido hasta entonces era muy pequeño, como el de El Principito de Saint-Exupéry. Llegué a disgusto y muy a mi pesar. De lo que vi, no me gustó ni el edificio escolar, ni los métodos de enseñanza, ni el horario de clases, ni el mimeógrafo con el que se hacían fotocopias, ni buena parte del claustro... pero me adjudicaron 2º EGB y en mi clase estaban Romina, Aitziber, Cristina, Nekane, Davinia, Ixone, Sheila, Nati, Hugo, Aritz, Dani, Endika, Alfredo, Maikel... Y algo o mucho tuvieron que influir en mí esos niños y esas niñas, porque ya no me quise marchar, ya no quise ir a ninguna otra escuela, me quedé para siempre, 30 años más.
Antes de llegar a Karrantza, ya acumulaba cinco cursos de maisu, en diferentes escuelas, y con experiencias muy diversas y gratificantes, pero en Karrantza empecé a sentir que mi trabajo era mi afición favorita. Eso son palabras mayores. Cuando consigues ser feliz en tu trabajo, trabajar no te cuesta, se convierte en placer.
Naturgune ("El Mato") y la historia de un Quijote hecho realidad
A Karrantza llegué siendo maisu por titulación, pero allí aprendí a serlo. En mi opinión, del Rober de 1992 al de 2020 hay poco de parecido. Antes me apoyaba en los deberes, ahora no; antes quería tener libros de texto; ahora, no. Antes necesitaba los exámenes; ahora, no. Antes creía en el sistema educativo; ahora, no. Antes creía que lo sabía casi todo; ahora creo que no sé casi nada. Antes era exigente; ahora, a los que exigí, les quisiera pedir perdón.
El objetivo primero de la escuela es enseñar. Error. Porque el objetivo primordial de la escuela debería ser educar. En el siglo XXI, aprender se aprende solo, pero para educar necesitas de alguien, de su ejemplo.
Nada hay en una escuela más gratificante que la feliz sonrisa de un niño
Excelentes experiencias de tutor, cientos de niños y niñas tutorizados, en la extinta EGB y en Primaria. Proyecto ACEX en la biblioteca. Extraescolares, huerto escolar, Comedor Escolar (monitor y encargado), Transporte Escolar, Coordinador de Agenda 21. Excursiones, barnetegis, viajes de estudio, escuelas viajeras..., Skipy el hamster, puzzles, poesías, teatros, exposiciones, fiestas escolares, Euskal Ezkontza, Udazkeneko irteerak, El Mato de 2008, El Mato de 2017 y cursos posteriores, Secretaría, Jefatura de Estudios, Dirección...tres décadas muy enriquecedoras personal y profesionalmente.
Mis 30 años en Karrantza se resumen fácil: llegué a disgusto un día, fui feliz durante 30 años y abandoné decepcionado. Me quedo con los 30 años. Lo demás, duró un momento, como el paso de una estrella fugaz...
Todas las historias tienen un final y no siempre pueden elegirle los protagonistas. Curso 2020/21, en pandemia, tutor de 6. maila. No me perdí ni una hora de clase en todo el curso, algo muy poco frecuente. Disfruté, fui feliz con mis 13: Maialen, Haydee, Jone, Alaitz, Iraia, Izaro, Yumalai, Eneko, Aimar, Aner, Cristian, Asier y Egoitz. Final de curso inolvidable con las tres salidas por la Vía Verde, las tres recorriendo a pie Karrantza y visitando más de 40 de sus barrios y el día de playa en mi pueblo. Y la emotiva despedida.
Y, ¿quién lo iba a decir?, a poco de comenzar el siguiente curso, todo era diferente dentro de mí. Ya no me sentía útil, ya no quería estar donde estaba, comía en soledad, huía de las personas, no encontraba mi sitio, sin gela, sin mesa, sin ordenador... con mi mochila sin saber dónde dejar, con mis cocineritas me desahogaba, en Naturgune empecé a llorar. No sé si era yo o era la realidad. Pensé que ya sobraba, que ya no pintaba nada, que ya estaba de más, que ya nadie me necesitaba, ni me iba a necesitar. Los horarios, el PEC, el PAC, la Formakuntza, las becas... y esa burocracia que es urgente y no deja tiempo para lo importante, que es todo lo demás. Mis amigos ocupados, yo empecé a sentirme solo, cada día un poco más. Buscaba un sitio que no encontraba por mucho que buscara. Y me aparté, porque apartarse es un modo de respetar. Me aislé, no quise nunca más volver, no quise ni a quien llamaba contestar. Por la puerta de atrás, la de delante era Salud Mental. No era el final que esperaba, pero... los deseos son sueños que, a menudo, no se cumplen al despertar. Ya está. Esas cosas pasan, y cuando pasan y se van, solamente quedan los buenos recuerdos y eso es lo que yo quiero recordar.
Mis amigas, siempre os guardaré en mi corazón, por tanto cariño que me regalasteis.
Cada noche vienen mil recuerdos a visitarme:
Hubo un tiempo en que entraba por el patio y veía a un niño menudito apoyado en las frías columnas del pórtico, cabizbajo, huyendo del mundo que tenía a su alrededor, queriendo hacerse invisible... Yo le gritaba desde lejos: -¡Iván!. Saltaba las escaleras , venía corriendo, daba un salto como un gato y se me abrazaba como si fuera a ser el último abrazo de su vida. ¡Hay en la vida tan pocos momentos como ese!
Txapulín venía a mi mesa, se me sentaba en las piernas, me empezaba a tocar las cejas y me decía: --Maisu, tú no tienes cejas, tienes viseras. ¡Qué momentos!
Iskander era un niño matemático, una mente prodigiosa, pero no sonreía, solamente calculaba. Un día empezó a sonreír, se reía de mis gestos, de mis dichos, de mi forma de dar clase... le hice decenas de fotos sonriendo. Yo no quería que sacara un 10, quería que interpretara un poema, que actuase en un teatro, que contara un chiste... Su ama me felicita desde entonces cada 25 de noviembre.
Se acababa el ciclo y era la despedida. Se pintaron un corazón en la mejilla y pusieron mi nombre dentro: Maider y Nekane. Esa foto es mi tesoro. Fueron mis alumnas. ahora son andereños.
Josetxu, el mejor amigo que tuve en Karrantza. Salió de una clase de 8º EGB.
Izaskun me dijo que me regalaría una foto de los dos jugando a pala y una carta. Y lo hizo. También me dijo que cuando se casara me invitaría a su boda. Y también lo hizo. Años después, di clase a sus dos tesoros.
Un maisu siempre sueña con tener el alumno perfecto. Yo lo encontré: Oier Mazón. Poco después fui tutor de su hermana Ane y empecé a dudar de quién era mejor. Increíble. Un vídeo de Ane recitando un poema lo habré visto tantas veces... y sigo viéndolo.
Hay alumnos que no son buenos en Matematika, hay alumnas que no son buenas en ortografía... ¿Y qué importa? Se trata de lograr que no sufran en la escuela por sus carencias, sino de que disfruten y nos muestren sus virtudes, como Ehari Alakano interpretando. Al fin y al cabo, yo sé muy poco y llegué a director.
Cada noche vienen mil recuerdos a visitarme.
Y yo les abriré el balcón de mi memoria.
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