domingo, 25 de diciembre de 2022

Agur, Kontxa Eskola!, agur Karrantza! (gazteleraz)

Eskerrik asko, Kontxa Eskola!         BIHOTZ-BIHOTZEZ!     Eskerrik asko, KARRANTZA!

Llegó la  hora de la despedida...

Los "hombres de  pueblo" se despiden por  carta, discreta, pero  emotivamente, pensando lo que  escriben y  escribiendo lo que  piensan.

Hemos estado juntos más de tres décadas, que  suman muchos  años y suponen  miles de kilómetros recorridos; tantos  como haber  dado 10 vueltas  al mundo  siguiendo la línea del  Ecuador. Y ese horizonte me deja una inmensa colección de  recuerdos, ¿qué mejor regalo se le puede hacer a un  coleccionista de  recuerdos como  yo?

Arriba, una vaca de juguete pastando en El Suceso, con  Armañón al  fondo.
Abajo, el monumento  a la Virgen de  El Suceso, patrona del  Valle de  Carranza, 
y  su plaza de  toros en el barrio del mismo nombre.

En tanto  tiempo, normal  que  haya  habido algunos  sinsabores, esos... ¿para  que  recordarlos? Me  quedo  con la  conclusión  final: fui feliz en Kontxa Eskola,  fui  feliz  en Karrantza

Si  volviera a nacer, volvería  a  ser maisu y  volvería a ir a Karrantza a pasar allí otras  tres décadas. Con eso  lo  digo  todo. Porque,  si me paro   a pensar, en  Karrantza he  sido más  feliz que  en  Zierbena. Y en Karrantza he  conocido a personas  maravillosas e inolvidables. 

Era septiembre de 1992. Yo no  conocía  Karrantza Harana. Mi mundo  conocido  hasta  entonces era muy pequeño, como el  de  El Principito de  Saint-Exupéry. Llegué   a disgusto y muy a mi pesar. De lo que  vi, no me  gustó ni  el  edificio escolar, ni los métodos de enseñanza, ni el horario de clases, ni el mimeógrafo con el  que   se hacían  fotocopias, ni buena parte del claustro... pero me  adjudicaron 2º EGB y en mi clase  estaban Romina, Aitziber, Cristina, Nekane, Davinia, Ixone, Sheila, Nati, Hugo, Aritz, Dani, Endika, Alfredo, Maikel... Y algo o mucho  tuvieron  que influir en mí esos niños y esas niñas, porque ya no me quise marchar, ya no quise ir  a ninguna otra escuela, me quedé para  siempre, 30 años más.

Karrantza es un mundo que merece la pena descubrir. Yo quise conocer todos sus barrios y los  conocí, estuve  en  todos, y hasta  me quedé a vivir  allí por  temporadas. Me faltaba  el mar y me  sobraba el frío, pero... si de Zierbena dicen que es un bello pueblo costero (lo fue, pero ya no lo es), Karrantza  es un esplendoroso valle verde, con  rincones   preciosos, dispersos,  que  nunca terminas  de  descubrirlos todos. En invierno,  en  verano,  en primavera y  en otoño. Karrantza  siempre  te  deleita.

Antes de llegar a Karrantza,  ya  acumulaba  cinco cursos de maisu, en  diferentes  escuelas,  y  con  experiencias muy diversas y gratificantes, pero  en  Karrantza empecé  a sentir que  mi trabajo  era  mi  afición  favorita. Eso  son palabras  mayores.  Cuando  consigues  ser feliz  en  tu trabajo,  trabajar no  te  cuesta, se convierte  en placer.

Naturgune ("El Mato") y la historia de un  Quijote hecho realidad

A Karrantza llegué siendo maisu por  titulación, pero allí  aprendí a serlo. En mi opinión, del Rober de 1992  al  de 2020 hay poco  de parecido. Antes  me apoyaba  en los  deberes,  ahora no;  antes  quería tener libros de texto;  ahora, no. Antes necesitaba los  exámenes; ahora, no. Antes creía  en el  sistema educativo; ahora, no. Antes  creía  que  lo  sabía  casi todo; ahora   creo  que no sé  casi nada. Antes  era  exigente;  ahora, a los que  exigí, les quisiera pedir perdón. 

El objetivo primero de la  escuela  es  enseñar. Error.  Porque el objetivo primordial de la  escuela debería  ser educar. En  el  siglo XXI, aprender  se  aprende  solo, pero para  educar necesitas de alguien, de  su  ejemplo.

Nada hay en una  escuela más  gratificante  que la  feliz sonrisa  de un niño

Excelentes experiencias de  tutor, cientos  de niños y niñas  tutorizados,  en la  extinta  EGB  y  en  Primaria. Proyecto  ACEX  en la  biblioteca. Extraescolares, huerto escolar, Comedor Escolar (monitor y  encargado), Transporte  Escolar, Coordinador  de  Agenda 21.  Excursiones,  barnetegis,  viajes de  estudio, escuelas  viajeras..., Skipy el hamster, puzzles, poesías, teatros, exposiciones, fiestas  escolares, Euskal Ezkontza, Udazkeneko irteerak, El Mato  de 2008, El Mato de 2017 y  cursos posteriores, Secretaría, Jefatura de  Estudios, Dirección...tres décadas muy enriquecedoras personal y profesionalmente. 

Mis 30  años  en  Karrantza se resumen  fácil: llegué a disgusto un día, fui feliz durante  30  años  y  abandoné decepcionado. Me  quedo  con los  30  años. Lo demás,  duró un momento, como el  paso  de una  estrella fugaz...

Todas las historias  tienen un  final y no  siempre pueden  elegirle los protagonistas. Curso 2020/21,  en pandemia, tutor de 6. maila. No me perdí ni una hora  de clase en  todo  el curso, algo muy poco frecuente. Disfruté, fui feliz  con mis  13: Maialen,  Haydee, Jone, Alaitz, Iraia, Izaro, Yumalai, Eneko, Aimar, Aner, Cristian, Asier y Egoitz. Final de curso inolvidable con las  tres salidas  por la Vía Verde, las tres recorriendo a pie Karrantza y visitando  más de 40 de sus  barrios y el día  de playa  en mi pueblo. Y la emotiva despedida.

En el bosque  de  cañas de  bambú  de la Ferrería  de  El Pobal,  a pocos metros  de donde  vivían mis  bisabuelos, cogí una  caña y  en los entrenodos  escribí  sus  13  nombres. La  tuve  en  Villaverde y  ahora  la tengo  en  la Playa  La  Arena, en la  entrada  de  mi casa.
¿Cómo no voy  a recordarles?

Y, ¿quién lo iba a  decir?, a poco  de comenzar  el  siguiente  curso, todo  era  diferente dentro  de mí. Ya  no me  sentía útil, ya no  quería  estar donde  estaba, comía  en soledad, huía de las personas,  no  encontraba mi  sitio, sin gela, sin mesa, sin ordenador... con mi mochila sin saber dónde  dejar, con mis  cocineritas me desahogaba, en Naturgune empecé a llorar. No sé  si  era  yo  o  era la  realidad. Pensé  que  ya sobraba,  que ya no pintaba nada, que  ya  estaba  de más, que ya nadie me necesitaba, ni me iba a necesitar. Los  horarios,  el PEC, el PAC, la Formakuntza, las becas... y esa burocracia que es urgente y no deja  tiempo para lo importante,  que  es  todo lo demás. Mis  amigos  ocupados, yo empecé  a sentirme solo, cada día un poco más. Buscaba un sitio que no  encontraba por mucho que buscara. Y me aparté, porque  apartarse  es un modo de respetar. Me  aislé, no quise nunca más  volver, no  quise ni  a quien llamaba contestar. Por la puerta de  atrás, la de  delante  era  Salud Mental. No  era  el  final que  esperaba,  pero... los deseos  son sueños que, a menudo,  no se cumplen al despertar. Ya  está. Esas cosas pasan, y  cuando pasan y se van, solamente  quedan los buenos recuerdos y  eso  es lo que  yo  quiero  recordar.

Mis amigas, siempre os guardaré  en mi corazón, por tanto cariño  que  me regalasteis.

Cada  noche  vienen mil  recuerdos a visitarme:

Hubo un  tiempo en  que  entraba por  el patio y  veía   a un niño menudito apoyado  en las frías columnas  del pórtico,  cabizbajo, huyendo  del mundo  que  tenía a  su  alrededor, queriendo  hacerse invisible... Yo le  gritaba  desde lejos: -¡Iván!.  Saltaba las  escaleras ,  venía  corriendo, daba un  salto como un  gato y  se me  abrazaba  como  si  fuera  a ser el último  abrazo de su  vida. ¡Hay  en la  vida  tan pocos momentos  como  ese!

Txapulín venía a  mi mesa,  se me  sentaba  en las  piernas, me  empezaba a  tocar las  cejas y  me  decía: --Maisu,  tú no  tienes  cejas,  tienes  viseras. ¡Qué momentos!

Iskander era un niño matemático, una mente  prodigiosa, pero no  sonreía,  solamente calculaba. Un  día  empezó  a sonreír, se reía  de  mis gestos,  de mis dichos, de mi  forma  de dar clase... le  hice  decenas  de  fotos  sonriendo. Yo no quería  que  sacara un 10,  quería  que  interpretara   un poema,  que   actuase en un teatro, que  contara un  chiste... Su  ama me felicita desde entonces  cada  25  de  noviembre.

Se acababa  el  ciclo y era  la  despedida.  Se pintaron un corazón  en la  mejilla y pusieron mi nombre  dentro: Maider y Nekane. Esa foto  es mi tesoro. Fueron mis  alumnas.  ahora  son  andereños.

Josetxu,  el mejor  amigo  que  tuve  en  Karrantza. Salió  de una  clase  de 8º  EGB.

Izaskun me dijo  que  me  regalaría una  foto de los  dos jugando  a pala y una  carta. Y lo hizo. También me  dijo que cuando  se casara  me invitaría  a su boda.  Y también lo hizo. Años después, di clase a  sus  dos  tesoros.

Un maisu  siempre sueña  con tener el alumno perfecto. Yo lo  encontré: Oier Mazón. Poco  después  fui  tutor  de  su  hermana Ane y  empecé  a dudar de  quién  era  mejor. Increíble. Un vídeo  de  Ane  recitando un poema lo habré visto tantas  veces... y  sigo  viéndolo.

Hay  alumnos  que  no  son buenos  en Matematika, hay  alumnas  que no  son buenas  en ortografía... ¿Y  qué importa?  Se trata de  lograr  que  no  sufran en la  escuela por  sus  carencias,  sino  de  que  disfruten  y nos muestren  sus virtudes,  como  Ehari Alakano interpretando. Al  fin y  al  cabo, yo  sé muy poco y  llegué  a  director.

Cada  noche  vienen mil  recuerdos a visitarme. 
Y yo les  abriré  el balcón de mi memoria.

Tengo una lista  interminable  de  agradecimientos selectivos y sinceros: 
Inspección, Berritzegunes (antes, COP), Ayto. Karrantza (personal y políticos), Ambulatorio de Karrantza, AMPA, Cocineras, conserje, garbitzailes, monitoras de  comedor,  transporte y  extraescolares, alumnado de Karrantza  y Lanestosa, familias, carranzanos  de   a pie, alumnos y alumnas en prácticas, hezitzailes, maisus y  andereños...

Toño, gran  ejemplo  de la grandeza  de  los  carranzanos

Pero hoy ya he  escrito bastante... 
tendré  tiempo para  recordarles con sus nombres... quiero recordarles...
así que  otro día seguiré.

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