Creía yo que leía un libro de un tal Julio Verne, sentado en la hierba y recostado sobre el tronco de un roble, al que noviembre está vistiendo de amarillo, tras ser despojado de sus 1912 bellotas.
—Cuando los marineros no siguen el rumbo que marca su capitán, éste tiene dos opciones: o se enfrenta a ellos y muere con honor en la mar o les entrega el barco y se va a vivir en soledad a tierra— relataba el pasaje de la página 17.
Fue entonces cuando mi perro Eki se dio cuenta de mi tristeza, se abrazó a mí y con fieles lametazos me secó las lágrimas. Comprendí mi fortuna y recordé la frase que había leído en Instagram:
"Cuando llegaste no sabía que hacer contigo. Ahora no sabría que hacer sin ti."
Eki me volvió a abrazar como abrazan los perros y pensé que me había comprendido, porque ´no es humano, tiene la ventaja de ser perro.
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