Los lagos de Saliencia, dentro del Parque Natural de Somiedo (Asturias), tienen un origen glaciar y se formaron en las cubetas donde reposaba un glaciar en su avance hacia zonas más bajas.
No es habitual que existan lagos en estas zonas calizas (en las que es muy difícil que se mantenga el agua, porque se filtra por las grietas y galerías subterráneas); pero aquí se ha dado un fenómeno especial: las calizas se han dolomitizado (el magnesio existente ha penetrado en el sistema y ha tapado los agujeros, impermeabilizando el terreno).
La ruta por los lagos de Saliencia es a la carta, es decir, puedes adaptártela como quieras, según el tiempo de que dispongas, la compañía que lleves, etc. Y, dependiendo de esos factores, puedes hacer la distancia que quieras, entre 7 km y 20 km, aproximadamente.
Voy a compartir la que elegimos Amaia y yo.
Esta ruta, cualquiera que sea el recorrido, siempre comienza en el Alto de la Farrapona, al que accedes en coche desde la parte asturiana (Valle de Saliencia y subida de 7 km por una estrecha carretera) o a través de una pista de casi 4 kilómetros, de piedras y en continua pendiente (no aconsejable para vehículos que no sean todo terrenos), desde el pueblo leonés de Torrestio.
Este alto es muga entre Asturias de Castilla-León y dispone de un parking para un buen puñado de vehículos. Al fondo de la imagen superior, la vertiente leonesa, por donde accedimos nosotros, tras sufrir en la subida por la pista pedregosa, ya que iban delante ciclistas con sus BTT y no podíamos adelantar.
En la vuelta regresamos por la vertiente asturiana, así que conocimos las dos partes, de paisajes espectaculares ambas. Quería contaros que en el regreso hacia el Valle de Saliencia me llamó la atención la gran concentración de ejemplares de uno de mis árboles predilectos, el serbal de los cazadores (sorbus aucuparia). Nunca había visto tantos serbales y estaban realmente preciosos con sus ramilletes de frutos anaranjados. ¡Me fascina este árbol!
Cuando nos íbamos acercando al pueblito leonés de Torrestio, pudimos contemplar vistas espectaculares. Algunas las quise inmortalizar para siempre sacando algunas fotografías:
"Posiblemente el perro ha sido el mejor amigo del hombre; pero el caballo ha escrito historia..."
"Los caballos hacen que un paisaje parezca hermoso".
"Se prepara al caballo para el día de la batalla, pero de la victoria sólo se vanagloria el jinete".
"Una silla dorada no hace de un asno un caballo".
"La soberbia a caballo se fue; volvió descalza y a pie".
En la imagen de abajo se ve la pista pedregosa que sube desde Torrestio hasta el Alto de la Farrapona, con preciosas montañas al fondo.
Comenzamos la ruta...
Al iniciar la ruta en el Alto de la Farrapona, se puede contemplar una panorámica espectacular del Valle de Saliencia. En la izquierda de la imagen se ve el sendero que desciende desde el Alto de la Farrapona hasta el primer lago, el lago de la Cueva, al que llegamos tras 10´ andando.
Completamente cerrado, conserva al E su vertiente más pastoril, mientras que en su lado W tiene una zona aterrazada artificialmente, que sirve de lugar de acampada espontánea. Este lago, recoge las aguas de varios riachuelos, ya que es un cuenco enorme y está rodeado de grandes pendientes. Tiene varias zonas de fácil acceso hasta la orilla y vimos incluso una excursionista bañándose en él. Los animales que pastan en sus alrededores (vacas, caballos, ovejas...) bajan a beber su agua cristalina.
Junto a él se conservan dos cabañas para el ganado, una de ellas con tejado tradicional vegetal (teito) y desde este lago se presentan varias opciones para seguir la ruta, siendo lo más normal seguir la pista por su derecha para acceder a los otros lagos.
Es un buen lugar para sacar fotografías de recuerdo.
Siguiendo la ruta y dejando el lago de la Cueva abajo a nuestra izquierda, ascendimos el desnivel que durante kilómetro y medio nos lleva hasta el punto más alto de la ruta (1.744 m).
No faltan oportunidades para retratar a los animales en libertad, cosa que me encanta.
Esta vaca parece saludarme al pasar junto a ella.
Y según más asciendes, más bonito y verde parece el lago al mirar hacia atrás.
No es de extrañar que las vacas no se cansen de mirarle mientras rumian.
He leído que aquí estuvo la última mina de hierro a cielo abierto de Asturias, la Mina Santa Rita. Por eso, en algunos tramos y laderas, el color predominante es el rojizo, del mineral de hierro, lo que embellece aún más el paisaje.
En el recorrido hay paneles informativos de la actividad minera en la zona. Cuentan que ya en 1805 hay noticias de la extracción de mineral ("hematites", óxido de hierro) en esta mina, construyéndose ocho cañones de excelente calidad con hierro de Saliencia. En la segunda mitad del siglo XIX se extraía a cielo abierto, con barrenos, picos y palas y se utilizaban caballos para el transporte del mineral. Tras un período de inactividad, la mina se reabrió en 1956, en la dictadura franquista, trasladándose la actividad a galerías subterráneas, mejorando paulatinamente la equipación y los métodos de explotación hasta que se cerró definitivamente en 1978.
Leí que se paraba en invierno por la climatología adversa y que se solía trabajar desde febrero/marzo hasta noviembre. Hace algo más de 50 años fue su época de esplendor (década de los años 60 del siglo XX), dando trabajo a unos 300 obreros; muchos de ellos eran de los pueblos cercanos, que compaginaban su trabajo en la mina con sus labores agrícolas y ganaderas para subsistir, y otros venidos de otras zonas de Asturias, León, Galicia y Portugal, que dormían en los barracones habilitados para ellos. En 1967 se extraían 100 toneladas de arranque por hora (los paneles hablan de 80.000 toneladas anuales en su mejor época).
El mineral extraído se lavaba en el lago de la Cueva, se transportaba a caballo por el Puerto de Ventana hasta Taverga y de allí a Gijón y Mieres por ferrocarril.
¡Cuántas historias encierran las minas! ¡Cuánto esfuerzo, cuánto sudor y cuánto sufrimiento!
Contemplando la zona no se puede evitar abstraerse del bello paraje y pensar en ello.
En 1988 se declaró a la zona parque natural. Y en 1994 comenzaron las labores de recuperación en el entorno de la mina, que no concluyeron hasta una década después.. Hoy en día quedan vestigios de la minería que hubo en túneles, socavones, tuberías, muros... y cicatrices en las montañas.
Al llegar al alto, volvemos a tener diferentes opciones para continuar la ruta. Amaia se fió de mi instinto de hombre de pueblo y nos decantamos por ir hacia el lago de la Calabazosa o lago Negro, que no era éste que veíamos enfrente nuestro y al que se dirigían la mayoría de los excursionistas que veíamos, ya que la flecha indicaba otra dirección.
(el lago que se ve desde el alto es el lago Cervériz)
Para acceder al lago de la Calabazosa no tuvimos que andar mucho, pero sí por un estrecho senderito y dando vueltas hasta encontrar una bajada accesible al lago, donde tenía plan para descansar y comer el bocata.
Caminamos y no veíamos el lago, pero yo sabía dónde estaba, porque todo alrededor eran montañas, así que sólo podía estar entre ellas, en un enorme agujero. Por fin, pudimos contemplarle desde lo alto. Al verle, me entraron irresistibles ganas de bajar hasta su orilla, bordearle entero y refrescarme en él. En lo alto nos encontramos con una pareja andaluza y nos hicimos recíprocas fotografías.
Era más grande que el lago de la Cueva y tenía unas compuertas para trasvasarle el agua a través de una tubería subterránea. Se abastece de varios riachuelos y recibe de 5 a 15 litros de agua por segundo.
En este lago se produce un curioso fenómeno térmico. En invierno, la temperatura en superficie es menor que en profundidad, mientras que en verano las aguas más frescas se hunden y permanecen en zonas más profundas.
Y seguimos la ruta...
Azafrán silvestre (colchicun autumnale) en abundancia... No es el azafrán que se usa en cocina (crocus sativus) y hay que tener cuidado con él, porque es tóxico y puede ser peligroso para embarazadas y niños. También se le llama mataperros, narciso de otoño o quitameriendas. En dosis pequeñas puede producir vómitos y diarreas y en dosis altas puede ser mortal.
Al terminar de bordear el lago de la Calabazosa y tras subir por un tramo pendiente corto, ya pudimos ver el tercer lago (que le habíamos visto antes, al desviarnos para ir al segundo lago), el lago Cervériz.
Este lago era el más pequeño de los tres y, desde lejos, parecía que sus aguas estaban llenas de hojas. Pero en las montañas no había árboles, así que... al acercarnos vi que sí que eran hojas, pero de las plantas acuáticas que crecían en el fondo del propio lago.
Le bordeamos por su derecha para ascender a la amplia pradera que se vislumbraba en la lejanía, adornada con decenas de vacas pastando en libertad. Al subir un tramo encontramos su cartel.
Cervériz era bonito, sí, y tenía la curiosidad de las hojas en superficie de sus plantas acuáticas, que le daban un brillo dorado al reflejarse los rayos del sol en él, pero a mí me gustaron más los dos anteriores.
Las vacas de los Lagos de Saliencia me parecieron muy simpáticas...
se reían...
marmujeaban...
echaban juramentos...
y hasta se arrodillaban ante mí.
Caminamos hasta el final de la pradera para ver a lo lejos el sendero que llevaba hasta el Lago del Valle, distante más de dos horas andando, por lo que no fuimos (no lo tenía dentro del plan de la ruta, porque tiene ruta propia, aunque también se puede incluir en la nuestra alargándola).
En el punto donde dimos la vuelta había un par de casetas o refugios de montaña, una de ellas de piedra, antigua y en ruinas ya, pero muy coqueta. ¡Cuántos secretos guardará entre sus piedras!
Otra curiosidad es la que llaman "Rana de Saliencia", una enorme roca en el alto con aspecto de rana si le echas un poco de imaginación. Yo había leído sobre ella, pero no tenía ni idea dónde podía estar y al subir del lago Cervériz, levanté la mirada y la vi. Se lo dije al momento a Amaia, porque me hizo mucha ilusión y fue una grata sorpresa.
Ya de regreso, disfrutamos del sol sobre un murete quitamiedos con vistas al lago de la Cueva.
Y a contemplar las indicaciones del panel sobre el Valle de Saliencia......
despidiéndonos de este bello lugar.
Yo veo un monstruo retorciéndose de dolor por la muerte de un minero.
La cima es la cabeza, le veo su boca, su nariz y sus ojos. Con su cuerpo hacia atrás, tira de otro minero en peligro, a quien tiene agarrado por el cuello intentándole salvar.
¿Lo ves tú?
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